Era una tristeza particular, de esas que te saludan con una sonrisa, una tristeza solo al alcance de la introspección, de vivir prisionero en una mente que no para de cuestionarse.
Una tristeza filosófica, se preguntaba el porqué de todo y a pesar de todo el tiempo invertido,obtuvo el porqué de nada.
Una tristeza acompañada de libros, de alcohol, cigarrillos, besos perdidos, abrazos pálidos, pensamientos inconexos, musica, letras y silencios.
En sus ojos verdes sopesaba un poco de color marrón, seguramente proveniente de un pequeño rincón de su alma.
Tenía una tristeza que no se ve dos veces en la vida, una tristeza que me invitaba a pasar a leerle, escribirle, cantarle, beberle y después a irme sin mirar atrás.
Tenía una tristeza solo al alcance de quien pudiera notarla y que, contrario a mi, tuviera el valor de no solo observarla desde la lejanía.
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